Andaluzas que escriben sobre Andalucía, el Mediterráneo y el mundo


La mayor de todas las farsas electorales

“España es el amo que nos impuso Europa”
Blas Infante.

La subordinación del Estado español a la Unión Europea provoca que Andalucía no sólo sea colonia interior de España, sino también de Europa. Nuestros políticos, sean del color que sean, ya no esconden lo que son, representantes de los intereses de la misma burguesía, de la UE y la OTAN.

La idea política de Europa, como la de España, no es más que la potenciación de una superestructura impuesta para facilitar el sojuzgamiento de los pueblos, el robo de sus riquezas y la apropiación del producto de su trabajo, ayer del campesinado y hoy de la clase obrera. De ahí que Blas Infante sitúe a Europa y a Andalucía no solamente como realidades diferenciadas, sino contrapuestas en su máxima: “Europa, no: Andalucía”.

Desde que en 1986 la oligarquía dominante españolista decidió que había que entrar en la Comunidad Económica Europea, en salvaguarda de sus intereses y con el beneplácito de nuestra colaboracionista burguesía local, la inclusión de Andalucía en la UE ha supuesto una constante profundización en un proceso de desmantelamiento productivo. Las “ayudas europeas” enmascaran la división internacional del trabajo que determina la desaparición paulatina de nuestro escaso tejido industrial, de nuestra pesca y agricultura, así como la forzada reconversión de Andalucía como país de servicios para ocio, acumulador de mano de
obra barata y policía mercenaria de sus fronteras económicas. No nos dan nada, nos tiran limosnas después de robarnos.

Andalucía es un pueblo negado también en Europa. No hay ni puede haber representantes de nuestro País defendiendo nuestros intereses en su Parlamento. No hay más interlocutora que España, ni más diputadas que las españolas. En unas elecciones europeas, la circunscripción única es el propio Estado español. Tanto la Europa como la España político-administrativa, es sinónimo de ocupación y expolio para el Pueblo Trabajador Andaluz.

La Unión Europea tiene un marcado acento antidemocrático y una fuerte base tecnocrático-dictatorial. La inmensa mayoría de las leyes y normas que regulan nuestra vida son hoy directivas europeas, como prueba que más del 52% de la producción legislativa de la pasada legislatura hayan sido normas que adaptaban directivas al ordenamiento jurídico estatal.

El Parlamento Europeo no tiene soberanía ni capacidad para legislar: El Parlamento Europeo tiene un carácter meramente decorativo y protocolario, incapaz de enfrentarse a los intereses de las burguesías europeas. El poder real y ejecutivo, reside en el Consejo de Ministros, la
Comisión Europea y el Banco Central Europeo, instituciones todas ellas no electivas, donde los grupos de presión capitalistas influyen e intervienen en las decisiones que nos afectan a todas.

Especialmente en las instancias económicas, no hay ningún instrumento de control democrático sobre ellas. El Banco Central Europeo es una institución independiente, no teniendo que responder ante nadie. Constituye una organización jerárquica y autónoma, con poderes ejecutivos y legislativos, así como la facultad de imponer sanciones, exento de cualquier “control parlamentario”.

Las elecciones europeas no tienen otro objetivo que hacernos creer que la Unión Europea es una entidad democrática sólo porque hace elecciones.

El Parlamento Europeo no cuenta con las mismas competencias que los parlamentos nacionales, es decir, no ostenta ningún poder legislativo real. En realidad, no sirve prácticamente para nada y su única utilidad es esa: ser electo, aunque a la población europea le cueste 15 millones de euros, sin entrar a contabilizar lo que cuesta la elección misma.

El “poder” del Parlamento Europeo se limita a que los eurodiputados sólo votan los proyectos de leyes ya redactados por la Comisión Europea. Desde que fue creada, la Comisión Europea es la correa de transmisión de la OTAN en las instituciones europeas y se apoya simultáneamente
en el Consejo Europeo –que reúne a los jefes de Estado y/o de gobierno de los países miembros de la UE– y en los dueños de empresas europeos. Los eurodiputados sólo pueden emitir resoluciones, aprobadas por mayoría simple, que expresan opiniones no vinculantes que nadie lee y que nadie trata de convertir en acciones concretas. Dado el hecho que la mayoría
de los eurodiputados son atlantistas, las opiniones expresadas en esas resoluciones reproducen la propaganda de la OTAN.

Tradicionalmente, las elecciones europeas sirven de válvula de escape para las tensiones existentes en los diferentes Estados miembros de la UE. Por esa razón, los gobiernos siempre temen lo que pueda pasar en esa consulta y favorecen una multiplicación de listas alternativas en los territorios de sus adversarios políticos. El resultado de esa estrategia es una impresionante multiplicación de la cantidad de listas, que se presentan como un ensayo ante las estatales, probando suerte por si suena la flauta y sacan algún representante, en cuyo caso ya entrarían por la puerta grande en la vida política estatal, como ocurrió, por ejemplo, en el
estado español en 2014.

En cada país miembro de la UE, se invita los partidos a reunirse en alianzas por tendencias, dentro de alianzas europeas que van a designar “su” candidato a la presidencia de la Comisión Europea. Y quien decide finalmente cuál de esos candidatos se convertirá en presidente de la
Comisión Europea es el Consejo Europeo, conformado por los jefes de Estado y/o de gobierno de los diferentes países miembros de la Unión Europea. En la práctica, siempre se sabe de antemano cuál era la “coalición” de mayor envergadura, por lo que los candidatos ya se
designan conociendo el ganador, todo muy “democrático”.

Este tema es algo totalmente ajeno al conocimiento de la población europea, que sigue viendo estas elecciones como una proyección supraestatal de las políticas y Estados en los que viven, pero la realidad es que el funcionamiento interno de la Unión Europea es de todo menos
democrático.

En el plano económico, la Unión Europea se dirige hacia la especialización de cada uno de sus miembros en una actividad precisa: Alemania se dedicaría al sector automovilístico, Francia a los artículos de lujo y Polonia a la producción agrícola, por ejemplo, mientras que los Estados del Sur de Europa quedan relegados al sector turístico, como ocurre en el estado español, con todo lo negativo que ello implica para la población: gentrificación de las ciudades, sector inmobiliario en manos de grandes rentistas y fondos buitre, dejación de funciones en infraestructuras y transporte, precarización del empleo…

En cuanto a la política exterior y la defensa, la Unión Europea ya está aplicando la doctrina atlantista, defendiendo las mismas posiciones que Washington y Londres, imponiendo esa línea a los pueblos de todos los Estados miembros de la Unión, lo que coloca a Andalucía en una difícil situación, debido a la militarización creciente de nuestro país, que tiene en su territorio varias bases militares españolas, la dos yanquis de Rota y Morón y la británica de Gibraltar.

Los dirigentes atlantistas europeos, sabiendo que todas estas cuestiones preocuparían a la población de los pueblos que ellos supuestamente representan, tratarán por todos los medios de ocultar esos problemas a los electores europeos en la campaña electoral, utilizando cortinas de humo con temas menores o intranscendentes para seguir distrayendo a la
población.

La misma idea de Europa, al igual que la de España, como unidad político-administrativa, es la usurpadora de nuestros derechos, la que nos arrebató nuestra libertad y nuestra identidad, la que nos conquistó y nos mantiene como colonia interior. Esta Europa de los mercaderes, es expresión y sustentación del capitalismo imperialista. La “Europa de los pueblos” o la “Europa social”, no existen ni pueden llegar a existir en la Unión neoliberal Europea, porque nace y se mantiene como instrumento contra los pueblos trabajadores.

La solución a los problemas de Andalucía no está en Madrid ni en Bruselas, ni en Estrasburgo ni en Washington, está en Andalucía. Está en la lucha por nuestra soberanía, imponiéndola en nuestra propia tierra frente a la voluntad de los gobiernos de España y la UE, no participando
en esta farsa electoral.

No podemos ni queremos ser españolas y no llegaremos jamás a ser europeas, no cabe más opción que el llamamiento a las andaluzas de conciencia a no ser cómplices de dicha farsa.

Porque el 9 de Junio no nos jugamos nada, porque las decisiones y las medidas político-económicas que se adoptan están ya escritas por la oligarquía europea, porque nosotras no queremos que nos gobiernen ni desde Madrid, ni desde Bruselas, sino autogobernarnos nosotras mismas ¡abstención popular andaluza!

“¡Europa, no: Andalucía! Europa es, por su método, la especialización que convierte al individuo en pieza de máquina. Andalucía es, por el suyo, la integridad que percibe al individuo como un mundo completo, ordenado al mundo creador. Europa es el individuo para la masa.
Andalucía el individuo para la humanidad. Europa es el feudalismo territorial e industrial. (…).
Nosotros no podemos, no queremos, no llegaremos jamás a ser europeos. Externamente, en el vestido o en ciertas costumbres ecuménicas impuestas con inexorable rigor, hemos venido apareciendo aquello que nuestros dominadores exigieron de nosotros. Pero jamás hemos dejado de ser lo que somos de verdad: esto es, andaluces”.
Blas Infante

Isi Barrera.



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