Andaluzas que escriben sobre Andalucía, el Mediterráneo y el mundo


¿Una Andalucía sahariana y socialista?

‘’¿Dónde está que yo lo vea?’’, es un mantra muy repetido entre los negacionistas climáticos, que parece que en los últimos tiempos mantienen una intensa competición por ver quién captura al Pokémon legendario más conspiranoico. En lo que no caen es que en esta vida, a veces, hay que tener un poco de fe. Un acto de fe en pleno siglo XXI, en el momento de la historia con más información y conocimiento disponible, en nuestra misma palma de la mano o el bolsillo, de la historia.

¿Por qué un acto de fe? Porque aún hay tiempo de crear una Tierra Prometida. Con nuestras propias manos. Las manos de la sufrida clase trabajadora andaluza (y mundial). Sin embargo, hay que actuar ya, porque no tenemos tiempo, además de forma literal. El capital, la Dictadura burguesa y del Dios del Dinero ha engordado de tal manera en 200 años que está a punto de explotar. Y lo que se viene, más que la tierra de la libertad, va a ser lo más parecido al infierno gobernado por una minoría de ángeles caídos.

Prácticamente nadie está hablando de esto, tan sólo algunos divulgadores y científicos valientes, aunque con algunas ideas políticas ilusas en su mayoría. El cambio climático (antropogénico, se suele decir en los últimos tiempos) está llegando a ser CASI irreparable e irreversible. No hemos aún cruzado las líneas rojas como para no poder estabilizar la situación actual, pero como con el conflicto en Ucrania con los rusos, estamos a punto de caramelo. La madre Gaia está perdiendo la paciencia.

Los datos son lo que son. Las diversas interpretaciones posibles convergen en un mismo punto: aún debiendo de estar camino a una nueva Edad de Hielo, nos encaminamos de forma imparable hacia una Edad de Fuego (o de Invernadero). Y en tan sólo unas décadas. Y los efectos ya son más que visibles.

La cantidad masiva de radiación y gases de efecto invernadero que nuestro
planeta, nuestras aguas marinas están absorbiendo, el colapso de las corrientes oceánicas, con especial mención a la del Atlántico Norte, de la cual se habla de que pueda colapsar hacia la próxima década, crucial para la isla británica e Irlanda y Europa continental (sin ella Gran Bretaña sería lo más parecido a Islandia), el derretimiento del hielo ártico y, el más peligroso, el antártico, además de la inestabilidad climática, dando lugar a tormentas y desastres naturales más acusados y peligrosos están llevando a las estaciones, tal y como las conocemos, a desaparecer.

De hecho, es muy curioso el fenómeno que se está cociendo a fuego relativamente lento. La gran mayoría del planeta va a seguir calentándose, pero el norte de Europa, debido al colapso de la AMOC, va a acabar convirtiéndose en Groenlandia, para que nos entendamos.

En tierras andaluzas siempre fue algo habitual el calor, sin embargo no hasta el punto de parecer el Sáhara argelino. Mi abuelo, que en paz descanse, granadino de nacimiento, aunque criado en Dos Hermanas (Sevilla) siempre nos decía que a Granada se la conocía como a ‘’La pequeña Suiza’’ por sus intensas nevadas y el frío que hacía en invierno.

Hasta últimos del siglo pasado tuvimos un verdadero nevero en Sierra Nevada, no obstante, el glacial del Nevada, refugio sólo apto para cabras montesas, vestigio ancestral de la última glaciación, se extinguió a causa de las temperaturas globales en alza por el cambio climático producido por el capitalismo. ¡Y en poco más de un siglo!

La verdad es que aún es pronto para poder adivinar lo que podrá ocurrir en 100 años, mas gracias a la ciencia, no hace falta ser Nostradamus, podemos ser capaces de hacernos una idea bastante aproximada de lo que nos puede esperar. Sin embargo, no me voy a centrar tanto en la cuestión climática en sí, sino en la política. ¿Qué hacemos? ¿Existe una ideología, un sistema de producción capaz de hacer frente a los retos que nos esperan en el futuro más inmediato? Quiero pensar que sí. Sobre todo debido a la velocidad a la que estamos y vamos a experimentar los cambios climáticos y naturales de nuestro mundo, nuestro único hogar, por ahora. Pero empecemos por el principio.

Vamos primero a ver los ingredientes que tenemos sobre la mesa: una pizca de serias posibilidades de que una Tercera Guerra Mundial (y, por tanto, una guerra nuclear) acabe con todas las oportunidades para la supervivencia del Homo sapiens e incluso la vida sobre la faz de la Tierra, la caída económica y existencial de la Dictadura del Mundo Unipolar Capitalista Anglosajón y sus títeres europeos y mediterráneos, unos recursos naturales finitos cuasi agotados y claves para las civilizaciones del Antiguo Régimen, inmigración masiva debida a la guerras imperialistas y una climática más que incipiente, una temperatura oceánica y global más alta de lo que la vida puede permitirse, cosechas que se pierden debido al cambio climático y a la nefasta gestión neoliberal, la sexta extinción en masa en vivo y en directo, una clase trabajadora alienada, una izquierda ‘’revolucionaria’’ perdida en las redes reformistas y parlamentarias burguesas y un fascismo (apoyado como siempre por el capital) en auge. Si el siglo XX fue gigante, el siglo XXI se antoja inmenso.

Con este panorama, el reto que la Unión Soviética y China aceptaron para poner a sus sociedades al nivel industrial, económico, militar y de bienestar de los países Occidentales, incluso superándolos en algunos aspectos, en sólo unas pocas décadas se pueden quedar más que eclipsados por los retos que los estados actuales y futuros tienen y tendrán que hacer frente en las décadas venideras.

De lo que no tengo dudas es que actualmente el socialismo científico es la
filosofía, la forma política, económica y social más adelantada y más humana de la actualidad. Y de la historia. Sin embargo, aun siendo una economía planificada, una economía controlada por el proletariado mismo y no por el Dios del Capital y el Mercado, parte del capitalismo, surge de la degradación del mismo y, por tanto, requiere, en general, de una etapa previa, vamos a decir, casi mixta. Y vamos a ser claros, esta, en términos generales, suele ser una necesidad.

No me voy a andar con más rodeos, ya lo dije anteriormente y lo saco a colación de nuevo, ya no hay (casi) tiempo. Los últimos 40-50 años han sido una pérdida de tiempo. Y el tiempo no perdona.

No podemos seguir con nuestro tipo de vida actual: la sociedad de consumo, la socialdemocracia, el neoliberalismo… El capitalismo es un demonio al que debemos exorcizar y aniquilar. Tenemos por delante una Guerra Santa, una guerra contra los infieles, contra los demonios que quieren llevarnos hacia la extinción y el infierno en la Tierra. ¿Nuestro credo? El internacionalismo proletario y la búsqueda perpetua de una sociedad con una calidad de vida más que digna y próspera, humana.

Se habla del ‘’Decrecimiento’’ como fórmula para combatir el cambio climático. Lo siento mucho, gracias por vuestra labor divulgativa que tantos/as científicos/as y divulgadores/as realizáis, pero hablar del decrecimiento de la sociedad dentro de un mundo capitalista eso es igual o peor que decir que el parlamentarismo burgués o la democracia burguesa son la única fórmula posible o la más perfecta de las que hay o ha habido.

El decrecimiento implica resetear la sociedad, transformarla 180º. Y me temo que la clase trabajadora actual no está preparada, pero deberá estar dispuesta y a la altura cuando llegue el momento. Es la clásica lucha por la supervivencia.

Tenemos en juego dos guerras de supervivencia: una de clase y otra de
existencia. De clase con las élites actuales, siendo estas, las globalistas, los
Dioses del capital y sus intermediarios, la élite política y económica de nivel inferior, ya que, en parte, también tienen en mente convertirnos en lúmpenes para ser más fáciles de controlar. Y de supervivencia a causa de la más que posible Tercera Guerra Mundial que se atisba en el horizonte y el cambio climático y sus consecuencias adversas.

Desde luego, la situación no puede verse más negra. Sea por una parte u otra, las décadas que nos esperan van a ser de las más complicadas y apasionantes a las que la clase trabajadora, baja o humilde se ha tenido que enfrentar a lo largo de los milenios. Por ello, soy de los que considera que nos encaminamos a un cambio de Era y de Edad, un momento clave donde vamos a tener que pasar a otro nivel de la digievolución humana para subsistir. Constantinopla está por caer otra vez.

Las élites globalistas todo esto ya lo saben y por ahora poseen la sartén por el mango, pero me temo que la clase trabajadora debe recuperar la hoz y el martillo y poner en jaque, de nuevo, al capital. Quizá sea demasiado negativo, pero posiblemente no tengamos otra oportunidad más. No podemos permitir que reescriban la historia a placer, además de los cimientos de la sociedad actual.

Entienden demasiado bien que su tiempo se agota y que deben rehacer algo que en verdad ya no es posible reestructurar. El capitalismo, al menos en este planeta, tiene las horas contadas, porque, por el contrario, incluso se podrían llegar a poner a ellos mismos en serio peligro.

El modelo chino, socialismo de mercado, o el socialismo en un solo país de la URSS ya no sirven. El sistema de producción socialista hay que adaptarlo a los nuevos tiempos. No se trata de revisionismo, de abrazarse al capital, sino de destruirlo (incluso el dinero a ser posible), hacer una reconceptualización del mercado tal y como lo conocemos, de la vida y organización urbana y rural, agrícola, ganadera y alimenticia y una vuelta de la humanidad al espacio natural (no se trata de volver a las cuevas o a lo que Pol Pot intentó encaminarse, tranquilidad), un sincretismo tecnológico-medioambiental y, por tanto, la necesidad y obligación de que la ciencia esté subyugada a la mayoría, a la clase trabajadora, y no a la clase capitalista, a la minoría, como hasta ahora. El salto tecnológico que se ha de dar en tan poco tiempo para no depender de los combustibles fósiles (no hablemos ya de las ‘’energías renovables’’, que como
apoyo están más que bien, pero tampoco se puede depender de los
aerogeneradores, placas solares y cía) es fundamental para poder pasar a otro tipo de sociedad diferente de la que hoy concebimos.

Que vayamos directos a una Andalucía con mamuts, camellos o zorros de nueve colas dependerá de muchos factores, pero el proletariado actual tiene ya, casi de forma palpable, los condiciones materiales e históricas para volver a poner la tortilla del revés y obtener la ansiada soberanía e independencia que el imperialismo nos arrebató.

¡Andaluzas, levantaos!

Por Antoni Soto.

Militante de las Juventudes Infantistas de Nación Andaluza (JINA).



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