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Mujer y discapacidad: doble discriminación

Llamamos discapacidad a aquella afección del cuerpo o la mente (deficiencia) que hace más difícil que la persona haga ciertas actividades (limitación a la actividad) e interactúe con el mundo que la rodea (restricciones a la participación).

Si sentimos y vemos que el feminismo no interesa en determinados colectivos, menos aún dentro de la discapacidad, existiendo una realidad que aún es bastante desconocida: la violencia de género en las mujeres con discapacidad. Esta doble discriminación por ser mujer y a la vez tener una discapacidad (ya sea física, intelectual o sensorial) hay que darla a conocer en nuestra sociedad, sobre todo en los políticos, que son responsables de evitar desigualdades y discriminaciones de algunos de los sectores de la
población, en este caso de grupo de mujeres y niñas discapacitadas, que viven violencias invisibilizadas. Hacer visible la realidad de las mujeres con discapacidad en toda su heterogeneidad sigue siendo una asignatura pendiente, pues los pocos estudios existentes nos hablan de las “personas con discapacidad” y no de “mujeres con discapacidad”, contribuyendo a su invisibilidad.

SITUACIÓN ACTUAL DE LA MUJER CON DISCAPACIDAD

La sociedad ha tendido a excluir aislando y segregando a las mujeres con
discapacidad. A pesar de los pocos logros y avances en los últimos años, esta problemática sigue representando un tema grave y alarmante, careciendo de recursos o dispositivos legales eficaces para eliminar y corregir dichas conductas discriminatorias, lo que da lugar a tasa mayores de desempleo, un menor acceso a los servicios de salud, mayores carencias
educativas, salarios inferiores, escaso o nulo acceso a los programas y servicios dirigidos a mujeres en general y un mayor riesgo de padecer situaciones de violencia y todo tipo de abusos. Esta realidad se agrava por las normas y políticas que fomentan la dependencia y por la dificultad de introducir modificaciones en los hábitos preexistentes.

Las mujeres con discapacidad soportan aún con más crudeza que los varones con discapacidad estereotipos e ideas recibidas que distorsionan la imagen social y la percepción normalizada de este grupo humano.

Los datos estadísticos así como los escasos estudios sobre este grupo prueban que las mujeres con discapacidad, ocupan un status inferior en nuestra sociedad, encontrándose en una enorme desventaja a nivel social, educativo, económico y profesional.

Andalucía contaba con 382.300 personas en edad laboral con discapacidad en el 2023, el 20,6% estaban ocupados, principalmente en el sector servicios. La tasa de paro de las personas con discapacidad era del 29,5%. La tasa de paro de las mujeres con discapacidad fue más alta (33,4%) que la de los hombres con discapacidad (27,0%).

Un total de 570.044 personas tienen reconocido en la actualidad un grado de discapacidad igual o superior al 33% en Andalucía. Son 295.051 hombres y 274.993 mujeres, según los datos procedentes del Sistema Integrado de Servicios Sociales.

Las mujeres con discapacidad forman un grupo social aislado e invisible, que se enfrenta a todo tipo de restricciones y limitaciones, que ha estado sometido a una larga historia de tratamientos desiguales y que se han visto relegadas a una posición de impotencia política, debido a circunstancias que están fuera de su control y que son el resultado de estereotipos y prejuicios que han mermado su capacidad de participar y
contribuir a la sociedad en la que vivimos.

La existencia de continuas discriminaciones priva a la mujer con discapacidad de la oportunidad de competir en condiciones de igualdad, así como de aprovechar las oportunidades de las que goza cualquier persona.

NECESIDADES Y DEMANDAS DE LAS MUJERES CON DISCAPACIDAD

Estas mujeres siguen sufriendo discriminaciones por razón de género y de discapacidad, lo que supone una vulneración de los derechos que deben tener garantizados toda persona, con independencia de sus circunstancias.

Tienen numerosas barreras para acceder a la planificación familiar y a la asistencia de reproducción, todo ello sin tener en cuenta las necesidades de control de tales situaciones por parte de las propias usuarias. Es necesaria la sensibilización y formación del personal médico-sanitario sobre la atención específica a estas mujeres cuando hacen uso de los servicios sanitarios.

Factores como el género y la discapacidad convierten a estas mujeres en un grupo con grave riesgo de sufrir algún tipo de maltrato, teniendo en cuenta también aquellas mujeres que residen en hogares colectivos, residencias o centros sanitarios. Las causas que contribuyen a la mayor vulnerabilidad a la violencia y que sustentan la continuidad y la falta de visibilidad de las violencias que enfrentan las mujeres con discapacidad incluyen factores físicos, psicológicos, culturales, sociales y económicos:

  • Los efectos de los desequilibrios de poder de la desigualdad de género.
  • La negación de su condición de sujetos de derechos humanos.
  • El acoso escolar y laboral.
  • La cultura de abuso ante la discapacidad.
  • Las condiciones de exclusión, aislamiento social y pobreza que enfrentan muchas
    niñas y mujeres con discapacidad.
  • Las condiciones de calle en las que se encuentran muchas mujeres con
    discapacidad.
  • El abandono familiar y la obligación impuesta de asumir un rol de cuidadoras.
  • La falta de apoyos sociales e institucionales.
  • La dependencia de otras personas para el cuidado.
  • Esterilizaciones forzosas.
  • La coerción económica.
  • La intimidación y manipulación psicológica.
  • El engaño y la desinformación.
  • La confianza del abusador o maltratador de que no corre riesgo de ser descubierto.
  • La consideración de que el testimonio de la víctima o sobreviviente será desechado
    en función de los estereotipos sobre la discapacidad.
  • La mayor vulnerabilidad a la manipulación.
  • En general, enfrentan una dificultad mayor para defenderse físicamente y pueden ser más vulnerables a las amenazas y la coerción en lugares públicos.

Es importante recalcar que hay también estudios que apuntan que las personas con discapacidad psicosocial y discapacidad intelectual experimentan en mayor medida sentimientos de soledad. En este sentido, estás personas tienen una mayor probabilidad de padecer una soledad impuesta por el entorno que les rodea, bien sea por la pérdida de relaciones sociales, por un trato desigual, porque hay un límite de capacidades o porque viven en un contexto en el que existen barreras que dificultan la integración y adaptación en determinados entornos.

Los programas de lucha contra la violencia de género no suelen tener en cuenta a las mujeres y niñas con discapacidad. Además, algunos servicios no están disponibles o son inasequibles, y son muchos los obstáculos que entorpecen seriamente su acceso a la justicia. Asimismo, a menudo, los programas de promoción de los derechos de las personas con discapacidad no incluyen una perspectiva de género.

De la misma manera, existen otros factores que también inciden en una mayor vulnerabilidad de las mujeres víctimas de la violencia. Entre ellos se pueden señalar las dificultades de acceso a la vivienda o a recursos económicos, la edad, tener hijos o hijas pequeñas, la falta de red social de apoyo o tener una red social negativa, padecer enfermedad mental, adicciones, etc.

En el estado español tenemos políticas públicas que no tienen en cuenta la doble discriminación que sufren estas mujeres y niñas. El estado está obligado a escuchar a estas mujeres y tener en cuenta su opinión, sobre todo, en asuntos tan importantes como la salud, los derechos sexuales y reproductivos y la violencia de género. Los poderes públicos deben
proponer actuaciones de sensibilización, prevención, asistencia y protección y ponerlos en práctica. Hay que tener en cuenta que muchas de las ayudas hacia las mujeres con discapacidad llegan tarde e incluso cuando estas han fallecido.

En la sociedad patriarcal en la que nos encontramos, los hombres tienen más poder y dominio y las mujeres están en una situación inferior y de desventaja. Las normas culturales y el patriarcado limitan la capacidad de las mujeres y niñas con discapacidad de elegir dónde viven y cómo viven. Así mismo, al capitalismo no le interesa las personas con discapacidad ya que prácticamente suelen estar excluidas del sistema laboral porque no
pueden mantener el ritmo de producción que necesita la patronal, es por eso que la mayoría de este colectivo padece la desocupación.

La única manera de ayudar a las mujeres con discapacidad es reconocer que están oprimidas por el patriarcado y el capitalismo, y que es necesario luchar desde un feminismo inclusivo y de clases que combata la violencia machista y capitalista que se ejerce sobre las mujeres con discapacidad.

Alicia Junco.



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