Dentro de muy pocos días todas las andaluzas y andaluces estamos llamados, cada cual que elija sus motivaciones, a participar en cualesquiera de los actos conmemorativos de las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977. Unos lo harán, por ser el nuevo día de la bandera de Andalucía, otros, porque reclaman soberanía para Andalucía y otros, porque proponemos, y llevamos ya 33 años haciéndolo, emprender el camino de la independencia de España. Tan simple y tan profundamente a la vez, porque no queremos que otros – los que sean – nos den o nos vendan las soluciones a nuestros propios problemas. Somos un
pueblo mayor de edad para todo.
Permanecer en España, de cualesquiera de las maneras más imaginativas que los políticos de ahora, o de los que vengan en un futuro se les ocurra, no va a solucionar nuestros propios problemas. Sencillamente porque la Corona de Castilla, las Coronas de Castilla y Aragón juntas, el Reino de España más extenso jamás conocido, España, el Estado Español, la Monarquía parlamentaria, la I y la II República española, o simplemente, las muy variadas Dictaduras militares españolas que también hemos tenido, han sido y son parte nuestros problemas como Nación sin
Estado que somos.
Volver a defender hoy 2023, lo mismo que defendimos en el año 1977, no es ni mucho menos, tan siquiera, volver al punto cero de las Autonomías (año 1975, muerte del dictador) ni al limbo jurídico de la llamada Transición española (1975-1978). Es retroceder a los momentos previos a la Declaración de Independencia de Andalucía, del 21 de julio de 1873, porque las condiciones sociales, económicas y de poder, son comparativamente las mismas. Aquella independencia de Andalucía duró poco tiempo, pero fue reclamada y apoyada por el pueblo andaluz y la mayoría de sus
ayuntamientos. Por eso fue aplastada militarmente y no negociada su rendición.
El Estado de hoy, se recentraliza por momentos, no se debilita como muchos dicen, porque tanto, los partidarios (votantes) como los partidistas (militantes, cuadros y empleados) de los partidos y coaliciones de la izquierda afecta al régimen del 78, aceptan como mal menor lo que se les ofrezca, so pretexto de parar a la extrema derecha. La investidura del último gobierno del Estado es vivo ejemplo de lo que afirmamos.
No existe hoy ninguna fuerza política en el Estado, que se resista a no pactar con el partido que aspira al gobierno de España. Ninguna está dispuesta a llevar al extremo sus ideales y sus reivindicaciones contar de no poner al Estado contra las cuerdas. O, dicho de otra manera, no existe ninguna fuerza política en el Estado, y parece que en el futuro más cercano tampoco, a ser verdaderamente coherente con sus ideales y sus reivindicaciones; con tal que el Estado y el statu quo pactado durante la transición no entre en crisis, por muy injusto, insolidario, colonial y monárquico sea. Es decir, verdaderamente ninguna fuerza política quiere poner al Régimen del 78 de rodillas, políticamente hablando, para poder construir algo nuevo, realmente social y distinto a lo que hay. En consecuencia, ninguna de las ofertas políticas nos puede valer los andaluces.
El “no pasaran ante la extrema derecha” en cambio, sí les vale a todos por el igual, (incluido por supuesto, Puigdemont y sus seguidores) para seguir tragando con el régimen de la Constitución del 78, porque en el fondo, y no crean ustedes que en un fondo muy profundo, sus intereses (de clase, de casta, o de país) están a salvo; eso sí, a cambio de algún pequeño retoque en cada momento. Nada sustancial. Nada nuevo bajo el sol.
¿Y qué hacemos mientras los andaluces y las andaluzas como pueblo? ¿Qué podríamos hacer los andaluces y las andaluzas como nación sin estado? Mucho. Muchísimo. Pero, ¿ese podemos hacer mucho o muchísimo, será difícil?, o ¿muy difícil? ¿O peor aún, provocará un gran sacrificio? ¿Será una tarea de titanes? Pues no.
Simplemente debemos cambiar dos palabras. El término autonomía de Andalucía sustituirlo por el de Estado Andaluz, para referirnos a la Andalucía del 2023 y siguientes. E igualmente sustituir el concepto soberanía para Andalucía por el de independencia de España. Siempre con la verdad por delante y siempre sin engañar a nadie. Y menos aún, a nuestro propio pueblo.
Dejemos de hacerle el juego a los que nos niegan el pan y la sal a las andaluzas y a los andaluces. Concentremos nuestras fuerzas. Concentremos nuestra lucha en la defensa y en la explicación pedagógica, que el camino de la independencia política y la instauración de un estado andaluz, es realmente el camino a la solución de los más grandes males estructurales que tenemos, sobre todo económicos y sociales, debido precisamente a nuestra dependencia y subordinación al Estado español.
Parafraseando al Padre de la Patria Andaluza, nuestros problemas son los hijos legítimos de los intereses de España. Nuestros problemas no son heredados de nuestros antepasados, ni fruto de nuestro malhacer o de nuestra indulgente forma de vivir.
Blas Infante nos dejó muchas cosas buenas hechas y también muchas cosas buenas por hacer. Nos legó un pensamiento, una visión andaluza del mundo y una ideología. Y lo más importante, un camino recorrido. Un camino que arrancó desde la Nada-Más-Oscura donde nos habían situado en la Historia, “la propia negación de la existencia de Andalucía como pueblo”, hasta llevar a los andaluces al Todo-Supremo-de-la-Luz, “Andalucía es un pueblo con derechos políticos propios, por tanto, los andaluces y las andaluzas estamos legitimados a reivindicar y defender que somos una nación independiente de cualquier otra”, y por cualquier otra, también se refería a la nación española. “Queremos y debemos ser
independientes porque queremos ser los únicos responsables de nuestros propios males, y de sus soluciones; que también las tenemos”.
En cinco palabras, queremos ser: (1) Responsables (2) con (3) todas (4) sus (5) consecuencias. “No queremos formar parte ni de lo que es hoy, ni de lo que representa España. Sus valores, no son los nuestros”.
Manuel Lazpiur Rodríguez.
Militante de la asamblea local de Sevilla-Nación Andaluza.



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