Para entender lo que está pasando hemos de remontarnos al Plan Marshall. Terminada la II Guerra Mundial los Estados Unidos deciden poner en marcha un plan de reconstrucción de la Europa devastada por la guerra.
Si bien se ofreció a todos los Estados de Europa occidental y oriental, los del Pacto de Varsovia declinaron el ofrecimiento. Arrancó en 1947 y fueron 12.000 millones de dólares de entonces, el equivalente a unos 200.000 millones de dólares de 2025, en cuatro años.
El mecanismo del Plan era el siguiente: los proveedores de todo el material necesario para la reconstrucción eran en exclusiva fabricantes de los EE. UU., los industriales locales compraban con moneda local los dólares del plan de reconstrucción, con los cuales se pagaba a los proveedores americanos. La moneda local de los industriales locales se ingresaba en un fondo público de reconstrucción que se incorporaba a los Presupuestos Generales de cada Estado.
Desde un primer momento quedó claro que los dólares de los EE. UU. no eran un préstamo. Es decir, no debían ser devueltos, pero nunca fueron un regalo. En primer lugar el capitalismo de Estados Unidos hizo una transferencia de dinero público al sector privado, los proveedores, grandes oligopolios estadounidenses en su mayoría. Junto con ello hubo una contrapartida política, la de poner bajo su órbita a los países que acabarían configurando la OTAN.
Lo que hoy denominamos el imperio nació ahí, de ese chantaje emocional. Ello permitió a Estados Unidos, tras el abandono del patrón oro, imponer el dólar como moneda de intercambio principal en el comercio mundial.
Y llegamos al momento actual. Los Estados Unidos son el primer productor y exportador de armas del mundo. Gracias al patrón dólar los EE. UU. han tirado de la máquina de imprimir billetes para alimentar su industria con la compra de armas por el Pentágono mientras exportaban miles de millones de dólares hasta el punto que mas de la mitad de las exportaciones mundiales de armas procedan de allí.
Mientras tanto la República Popular China les está destrozando económicamente… China ha ganado la batalla tecnológica, los beneficios que le ha generado ser la fábrica del mundo han ido a parar en su mayor parte al Estado y con ello ha investigado en todos los campos. Y hoy la cantidad y calidad de sus productos esta a años luz de la industria americana. La energía derivada de los combustibles fósiles en China es mucho más barata y fácil de extraer porque tiene mucha y la que le falta se la compra a Rusia. Y la superficie cultivable es inmensa con lo que son autosuficientes desde el punto de vista alimentario.
Los EE. UU., en cambio, han de recurrir al fracking para extraer petróleo, lo cual hace que su petróleo sea más caro y además produce daños geológicos irreparables que inciden en el clima. Y por otro lado recurren masivamente a los transgénicos en agricultura.
Y además China y Rusia tienen grandes yacimientos de tierras raras y todo tipo de minerales necesarios para construir paneles solares, molinos para la energía eólica, etc, de modo que podrán tener en los próximos años una energía no contaminante y más barata.
La cruda realidad para el imperio es que sus días de ser la primera potencia mundial están tocando a su fin. Con un presente marcado por una deuda pública galopante y un abultado déficit comercial en lugar de negociar intentan una politica proteccionista, intentan captar inversión extranjera para evitar aranceles y deciden que Europa debe invertir 800.000 millones de euros en armamento de los cuales, dada su cuota de mercado, van a facturar al menos 400.000 millones €.
Así pues su juego de monopoly consiste en imponer aranceles para intentar recaudar tasas que reduzcan su deuda pública, favorecer la inversión extranjera y su industria nacional para comprar menos y reducir su déficit comercial.
Y para rematar colonizar Ucrania y anexionarse Groenlandia -pues ambos territorios tienen tierras raras- anexionarse el canal de Panamá para dificultarle a China sus rutas comerciales y anexionarse Canadá.
Ya lo intentó en su primer mandato y fracasó. Europa ha bajado la cabeza con las armas, pero las contradicciones dentro de la oligarquía mundial han explotado con la guerra comercial: con las cosas de comer no se juega.
El mensaje de Trump es claro: al igual que al capitalismo imperialista les trae al pairo los derechos de las personas y de los pueblos, al igual que alentamos y apoyamos el genocidio en Gaza y hasta nos atrevemos a plantear que los gazatíes sean expulsados para ocuparlos los EEUU construyendo una colonia/ressort, el mundo debe ayudarnos a solucionar nuestro problemas económicos que para eso somos el imperio, y mientras les bajamos los impuestos a los yankis. Y en medio de este cuento de la lechera de Trump, entre bastidores, maneja sus negocios personales con información privilegiada, al igual que su recortador oficial: Elon Musk.
Dijo Mao Tse Tung que «el imperialismo es un tigre de papel» y llevaba razón. Ante el farol de Trump la lección es muy clara: la clase trabajadora debemos tener muy claro que ante el capitalismo no cabe negociación, pues generan muerte, miseria, sufrimiento y desolación para hacer crecer sus beneficios. Como dijo en su día Maquiavelo en El Príncipe «un pueblo puede soportarlo todo excepto la humillación».
Construyamos el Socialismo en todo el mundo, que en Andalucía se concretará en la Republica Andaluza de Trabajadoras.
Por Joan Batlle.



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