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La “unida de la izquierda” como salvavidas de la explotación burguesa

La recomposición de las fuerzas social-liberales en las democracias burguesas -articuladas a veces en torno a procesos de “unidad”- es un mecanismo de supervivencia de la explotación capitalista perfectamente engrasado. Frente a cualquier crisis orgánica y en prevención de ella, ante cualquier amenaza -por tenue que sea-, la burguesía activa sus anticuerpos recomponiendo el mapa de las fuerzas conciliadoras -por la izquierda- con su dominio de clase, para cerrar toda grieta por donde puedan filtrarse las posiciones revolucionarias, comunistas y de liberación nacional.

En el sentido político-ideológico, los seguidores de Berstein continúan enarbolando refritos de sus podridos argumentos sobre la conciliación entre clases, fundados sobre el desgastado dominio imperialista occidental que dio lugar al “partido obrero burgués” del que hablara Engels. En el sentido puramente práctico las elecciones burguesas y sus mecanismos de eliminación de casi todas las opciones electorales gracias a los sistemas de representación mayoritaria o proporcional, el método d’Hont y las circunscripciones electorales son elementos de coacción inestimables.

La socialdemocracia carpetovetónica y las fuerzas de “la izquierda de su Majestad” tienen el papel histórico de contener en cada crisis el potencial revolucionario de las convulsiones sociales en el Estado español, canalizando la lucha de clases hacia los callejones sin salida de la conciliación y la reforma. Un papel que hasta ahora han desempeñado con bastante éxito.

En este sentido, la reciente resolución de la Comisión Nacional (CN) de Nación Andaluza apunta al momento político, y también electoral, que estamos atravesando en el país andaluz, pero sus puntos esenciales podrían trasladarse a otras formaciones sociales en el propio Estado español y en el mundo. La resolución acierta señalando la esterilidad de la propuesta electoral que se deriva del manifiesto denominado por «La unidad de la izquierda para defender la Andalucía de Blas Infante», que asume la dominación colonial de Andalucía y la explotación capitalista para, con un claro componente oportunista, llamar a una unidad electoral “de izquierdas”. Todo lo contrario por lo que luchó y murió Blas Infante. Pero, a su vez, la declaración trasciende la política nacional andaluza cuando afirma que los procesos electorales “no han servido para articular ninguna respuesta política perdurable en clave obrera y popular. Como mucho han generado algunas esperanzas que siempre han sido defraudadas y la decepción ha abierto el paso a la ultraderecha”.

Este no es un debate táctico, aunque sea ese el terreno en el que el reformismo socialdemócrata quiere, constantemente, situarnos, a sabiendas de que su privilegiado posicionamiento en el interior del sistema de explotación capitalista le da todas las ventajas en ese plano. Es un debate fundamentalmente político-ideológico y estratégico. La unidad que se nos propone asume la dependencia política y la subordinación del Pueblo Trabajador Andaluz, tan solo somete a discusión la gestión de las mismas. El resultado de esa “unidad” reformista pasaría por implementar la agenda del imperialismo de una forma más o menos benévola y terminaría, igualmente, desviando el presupuesto público (a costa de recortar servicios esenciales) para pagar la militarización de nuestro suelo y nuestra juventud, saqueando nuestros recursos y profundizando en nuestras funciones en la división internacional del trabajo.

Seguramente a muchas lectoras y lectores no andaluces les suene esta “canción”. Por eso la resolución de la CN recuerda que quienes impulsan esta propuesta “de unidad”, en nuestro caso particular, son “fuerzas que votaron a favor de los Estatutos de 1980 y de 2007, evidenciando que la Andalucía que quieren es una Andalucía dependiente y subdesarrollada”. Son estos Estatutos (que oficialmente se denominan “de autonomía”) los que han posibilitado que la oligarquía se haya servido de Andalucía en los últimos cuarenta y cinco años para su propio beneficio.

La “unidad de la izquierda” emancipadora de la clase obrera y las naciones oprimidas no puede articularse en una discusión en torno a términos secundarios que en el fondo aceptan la explotación burguesa y la opresión de los pueblos trabajadores, como el andaluz, sino que tiene que construirse alzando unas posiciones comunes sobre las formas de superar la explotación asalariada, la opresión nacional y el patriarcado. En el caso andaluz, esa unidad ha de poner en el centro la opresión nacional (problematizando la folklorización y el confesionalismo tan del gusto de cierto regionalismo) y nuestro papel en la división internacional del trabajo (mano de obra barata, plataforma logística del imperialismo, productor agrario y de materias primas, zona de esparcimiento de la gran burguesía o “frontera sur” de la fortaleza europea).

La verdadera unidad de la izquierda, por tanto, no puede ser un frente amplio que sacrifique sus objetivos políticos y estratégicos en el altar de una candidatura electoral destinada a ser (si tiene éxito) muleta de los dos grandes partidos, pilares del régimen del 78-39. La unidad debe construirse desde abajo, en los barrios y en los pueblos, en los centros de trabajo, alrededor de un programa socialista claro, de ruptura y autodeterminación nacional. Así lo ha intentando hacer Nación Andaluza en diversas ocasiones. La última, que arrancó hace un año, ha sido la denominada Juntas por la Soberanía de Andalucía.

El bloque histórico dominante español (del que la burguesía andaluza ha formado parte activísima desde hace siglos) recompondrá mejor su dominación si consiguen distraer a las fuerzas populares, de nuevo, con el sainete de “la unidad de la izquierda” y el cebo de unas elecciones a la vista. Una izquierda cuya labor permanente es cegar todos los huecos que continuamente van abriendo las contradicciones del capitalismo. Dejarse engañar por semejante trampantojo sería un error. Nuestra tarea no es apuntalar una “izquierda” que sostenga al Régimen postfranquista, sino construir la fuerza política del Pueblo Trabajador Andaluz que tenga como objetivo su emancipación.

Por ello, la resolución de la Comisión Nacional de NA apuntaba a una labor imprescindible: orientar la unidad para la construcción de un poder popular que confronte al bloque burgués y su Estado y lo lleve “hacia el desborde de las instituciones españolas y europeas y la construcción de una economía planificada democráticamente”. Algo que dista mucho de los términos en los que las fuerzas social-liberales plantean, una y otra vez, la “unidad de la izquierda”.

Carlos Ríos.

Granada, 9 de septiembre de 2025.



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