El 8 de marzo de 1920 tendría lugar la proclamación de independencia del Reino Árabe de Siria, un año antes en Damasco, representantes de todos los rincones de lo que se conoce como Siria histórica, Siria natural o el Bilad al Sham –el País del Levante-, es decir, del actual Estado sirio, Líbano, Palestina y Jordania, se habían reunido con el fin de decidir un futuro soberano e independiente una vez caído el imperio otomano en lo que se fue el Congreso Nacional Sirio. En el punto número 7 de la Resolución de dicho Congreso se dicía lo siguiente: “Rechazamos las reivindicaciones sionistas de establecer una comunidad judía en la parte del sur de Siria conocida como Palestina, y nos oponemos a la inmigración judía a cualquier parte del país. Desconocemos su derecho a la propiedad y consideramos sus reivindicaciones una grave amenaza para nuestra vida nacional, política y económica. Nuestros conciudadanos judíos seguirán disfrutando de los derechos y asumiendo las responsabilidades que nos corresponden en común”.
El reparto colonial entre Gran Bretaña y Francia definido en el Acuerdo Sykes-Picot y posteriormente en la Conferencia de San Remo darían al traste con los anhelos de independencia y soberanía del pueblo árabe levantino. Los británicos se quedarían con Palestina, Jordania y Mesopotamia (actual Iraq), Francia con las actuales Siria y Líbano. En 1922, los británicos crearían en el Emirato de Transjordania, origen del actual Reino de Jordania, mientras, los franceses dividieron su protectorado en diversos Estados en base a criterios étnicos: Damasco, el Alauita en la costa, el Druso del Jabal, Alejandreta y el Gran Líbano, base de la actual Líbano y es que Francia supo explotar perfectamente las ansias de poder de la comunidad cristiana maronita mayoritaria en dicho territorio por aquel entonces. En definitiva, el histórico eyalato sirio, heredero a su vez de la Gran Siria del imperio mameluco quedaría troceada.
De todas formas, se intentó crear un Estado en el Levante árabe, como hemos señalado anteriormente, el pueblo árabe levantino defendió su derecho a la autodeterminación y la soberanía. Esgrimiendo tanto los argumentos del presidente norteamericano Woodrow Wilson como el Informe de la Comisión King-Crane sobre la relación territorial de las áreas no turcas del Imperio otomano, promovida por el propio Wilson, y que apostaba decididamente por la creación de una Gran Siria multiconfensional y multiétnica, se declaró la independencia del Reino Árabe de Siria, con Faysal ibn Husayn como monarca y Hashim al Atassi, como primer ministro, sin embargo, Francia daría un ultimátum al rey Faysal que acabaría cediendo y disolviendo el Reino el 17 de julio de 1920, decisión a la que se opuso el ministro de defensa y jefe del Estado Mayor Yusuf al Azma, apoyado por la mayoría de ministros de ese gobierno, que lideraría un ejército árabe que sería derrotado por las tropas francesas en la Batalla de Maysalun, donde el propio al Azma caería en combate.
Frente a estos proyectos de emancipación del Levante árabe opuestos al colonialismo europeo y a sus ambiciones poco disimuladas, encontramos otro proyecto, este sí acorde con los intereses coloniales como fue –y es- el del nacionalismo sionista y la construcción del Eretz Israel. Aunque diversos autores remontan el nacimiento del sionismo a la Inglaterra de Oliver Cromwell, el sionismo no empieza a ser una realidad política hasta el siglo XIX, ligado o en paralelo al nacimiento de diversos movimientos nacionales en Europa, especialmente el nacionalismo alemán. Se suele tomar la obra y el pensamiento del judío austrohúngaro Theodor Herzl, especialmente su libro El Estado judío (Der Judenstaat), como el punto de partida del sionismo como un movimiento nacional, aunque ya habían propuestas políticas sionistas precedentes a Herzl, como la de Moses Hess o la de Leo Pinsker, de este último, Herzl diría que de haber conocido antes su obra, no hubiera escrito El Estado judío. El Primer Congreso Sionista, celebrado en Basilea a finales de agosto de 1897, puso encima de la mesa un programa político común: «El sionismo busca establecer un hogar para el pueblo judío en Palestina garantizado en virtud del derecho público«, así como una expresión organizada para conseguir dicho objetivo: la Organización Sionista, más tarde, la Organización Sionista Mundial. El Fondo Nacional Judío, creado también en Basilea, en 1901, por el propio Herzl sería el organismo creado para obtener fondos y subsidios, tanto públicos como privados, que facilitaran los asentimientos de población judía europea en Palestina. Un atractivo que se explotó por parte del sionismo político naciente para la captación de fondos fue la de establecer un proyecto colonial que de alguna manera sirviera a los intereses de las florecientes oligarquías imperialistas europeas, por ejemplo, si en Palestina se podía establecer aquella población judía más inadaptada o problemática desde un punto de vista social o cultural, eso podía ofrecer la ventaja de eliminar un problema social en los países europeos a la vez que trasladaban población europea que, de alguna manera, iba a mantener lazos con Europa a un territorio que ya era del máximo interés para las diferentes potencias imperialistas, siguiendo modelos de colonización asentamiento y desplazamiento y/o aniquilación precedentes; por este motivo Herzl diría: «Los antisemitas serán nuestros mejores amigos, y los países antisemitas nuestros aliados», por tanto, y en coherencia, el antisemitismo debía servir a los intereses del Estado judío y a la colonización de Palestina, es decir, debía servir de como pilar básico para justificar el Estado judío; igualmente siguiendo esta mis línea argumental, Herzl expresaría en El Estado judío: “El solo nombre de Palestina atraería a nuestro pueblo con una fuerza extraordinaria. Si Su Majestad el Sultán nos concediera Palestina, podríamos, a cambio, comprometernos a administrar las finanzas de Turquía. Allí formaríamos parte de una muralla europea contra Asia, un puesto avanzado de la civilización frente a la barbarie”.
De entre las oligarquías europeas en darse cuenta de las ventajas de la colonización judía de Palestina, destacaría, como no, la británica. Lord Palmerston, secretario de asuntos exteriores en época victoriana, pediría al sultán otomano que «ofreciera toda clase de asistencia razonable a los judíos de Europa para que volvieran a Palestina«. En 1891, Sir George Adam Smith escribió en su Geografía histórica de Tierra Santaque los otomanos tenían que ser arrojados de Palestina y sustituidos por judíos, «que han dado a Palestina todo lo que tuvo siempre de valioso para el mundo.». Pero sería la Declaración de Balfour, de la que se ha cumplido 100 años, la que expresaría más claramente la disposición y el apoyo de la oligarquía británica al colonialismo judío en Palestina.
Sería el llamado sionismo revisionista, con el judío ucraniano Zeev Jabotinsky, influido por las corrientes fascistas en boga en Europa, el que expondría la necesidad de enfrentar y desposeer a la población local árabe si de verdad se quería lograr el Estado judío: «No podemos dar ninguna compensación por Palestina, ni a los palestinos ni a otros árabes. Por lo tanto, un acuerdo voluntario es inconcebible. Toda colonización, incluso la más restringida, debe continuar desafiando la voluntad de la población nativa. Por lo tanto, solo puede continuar y desarrollarse bajo el escudo de la fuerza que comprende un Muro de Hierro que la población local nunca podrá romper. Esta es nuestra política árabe. Formularla de otra manera sería hipocresía.». Aunque en principio con una línea sionista laborista o “socialista”, David Yosef Grün, más conocido como David Ben Gurion, coincidiría, no sin cinismo, con Jabotinsky, en principio, su “rival” y “adversario” en las filas del sionismo: ¿Por qué los árabes deberían hacer la paz? Si yo fuera un líder árabe, nunca haría tratos con Israel. Es natural: les hemos quitado su país. Claro, Dios nos lo prometió, pero ¿qué les importa eso a ellos? Nuestro Dios no es el de ellos. Venimos de Israel, es cierto, pero hace dos mil años, ¿y qué les importa eso a ellos? Ha habido antisemitismo, los nazis, Hitler, Auschwitz, pero ¿fue culpa de ellos? Ellos solo ven una cosa: hemos venido aquí y les hemos robado su país. ¿Por qué deberían aceptar eso?»; en esa misma línea, no tendría reparos en cómo se debía proceder con la población local árabe: “Volar una casa no es suficiente, especialmente si no es la correcta. Se necesita una respuesta brutal y firme. Necesitamos precisión en el tiempo, el lugar y las bajas. Si conocemos definitivamente a la familia – golpear sin piedad, incluyendo a las mujeres y los niños de esta familia que puedan estar allí. De lo contrario, la reacción no será efectiva. En el lugar de los hechos, no hay necesidad de distinguir entre culpables e inocentes.
Una cuestión sobre la que no se suele abundar respecto a las tesis sionistas es sobre la cuestión territorial, es decir, qué territorios debería abarcar el Estado de Israel. Herzl, a pesar de considerar otras opciones para el establecimiento del Estado judío, como la Patagonia argentina, se inclinó decididamente por Palestina tomando como base el Antiguo Testamento, en general, los escritos bíblicos serían tomados como base histórica para la reivindicación del Estado judío, teniendo en cuenta que Palestina para Herzl y sus seguidores no estaba definida territorialmente. En el Génesis encontramos la siguiente referencia geográfica “desde el río de Egipto hasta el río Eufrates”, sin embargo, a día de hoy existe la controversia sobre si ese “río de Egipto” es el Nilo o Wadi el Arish, un riachuelo del Sinaí, de hecho, las franjas azules de la bandera del actual Estado de Israel podrían hacer referencia a ambos ríos, es decir, al Eufrates o bien al Nilo o al Wadi el Arish. Este proyecto de río a río, abarcaría los territorios del actual ente sionista, de Egipto, por supuesto Gaza y Cisjordania, Líbano, gran parte de Siria, Jordania, zonas del norte de Arabia Saudí, y una parte significativa del oeste de Irak. Ya durante el Mandato británico de Palestina, el sionismo revisionista de Jabotinsky se opuso radicalmente a la constitución del Emirato de Transjordania y a su separación del resto del Mandato. Por su parte, el sionismo centrista y el laborista de Ben Gurion, siempre fue más pragmático y optaría por asegurar un territorio, antes que por un expansionismo que pudiera desembocar en la desestabilización del territorio ya conseguido o hasta su desaparición, pero eso sí, sin perder nunca de vista el objetivo de la “tierra prometida”. La cuestión es que a día de hoy el llamado Estado de Israel no tiene unos límites geográficos definidos, sino fronteras “de facto”, el Estado de Israel proclamado el 14 de mayo de 1948, no se correspondió con la resolución de partición de Palestina de la ONU en 1947. Esta indefinición oficial de fronteras ha venido favoreciendo el expansionismo sionista, tomando como excusa los diferentes conflictos: 1967, 1973, conflicto libanés, etc., así hasta el 7 de octubre de 2023 y el declarado oficialmente como genocidio en Gaza, como la caída de la República Árabe Siria el 8 de diciembre de 2024.
Si la entidad sionista no ha podido extenderse más ha sido por la existencia de una fuerte oposición política y militar árabe, que abarca desde actores no estatales como las diferentes organizaciones de la Resistencia Palestina, el Hezbolá libanés y sus aliados o las milicias iraquíes hasta actores estatales como la República del Yemen o la República Islámica de Irán. Igualmente, cabría señalar actores estatales que han sido eliminados de esta resistencia al expansionismo sionista como el Egipto durante Nasser, el Iraq baazista de Saddam Hussein y la República Árabe Siria dirigida también por el Partido Baaz y sus aliados comunistas y panarabistas.
Un error demasiado frecuente cuando pensamos en el conflicto palestino y la existencia de la entidad colonial sionista es el de aislarlo de su región natural, es decir, del Bilad al Sham. El conflicto palestino no se reduce solo a Gaza o a Cisjordania, ni tampoco a la existencia de la entidad colonial sionista sino a toda una región histórica atravesada por el conflicto entre las aspiraciones de libertad y soberanía árabes frente a las ambiciones imperialistas occidentales. Así pues, todo lo que lleva sucediendo desde el 7 de octubre de 2023 no es más que la lucha por la gran reconfiguración de ese espacio, una lucha que enfrenta a los pueblos del Levante árabe –independientemente de la religión que profesen- y de otras etnias –como por ejemplo, los kurdos-, contra las intenciones del imperialismo de cantonalizar y dividir bajo criterios étnicos y/o religiosos a los pueblos del Levante árabe, debilitándolos y haciéndolos dependientes, y, si llega el momento, implementar el Gran Israel, la “tierra prometida” de río a río.
Bajo esta visión, es erróneo separar la guerra en Gaza de los acontecimientos vividos en la República Árabe Siria desde el 8 de diciembre de 2024. Para el sionismo, como instrumento del imperialismo, era vital la caída del llamado en Occidente “régimen sirio”, un régimen que siempre se destacó por su abierta hostilidad hacia la entidad colonial sionista y que ha sido clave desde 1948, antes incluso de la llegada al poder el Partido Baaz, para la Resistencia Palestina desde muchos puntos de vista: político, económico, social, cultural y, por supuesto, el militar. Ni en Egipto, Líbano o Jordania disfrutaban los refugiados palestinos de los derechos de los que disfrutaban en Siria, derechos que estaban prácticamente a la par de los de cualquier ciudadano sirio; igualmente, todas las organizaciones de la Resistencia Palestina tenían sedes y podían organizar actos sin vetos, aunque esta hospitalidad y sentido del Bilad al Sham por parte de la Siria baazista fue traicionada por Hamas, que en 2011 apoyó abiertamente la revuelta contra la República Árabe Siria, desplazando su sede de Damasco a Doha –capital de Qatar- y aliándose a los grupos extremistas takfiríes afirmando el sectarismo y el supremacismo suní. Aunque sectores de Hamas, especialmente vinculados a su brazo militar en Gaza -Brigadas del Mártir Ezzedin al Qassem, que era de origen sirio-, no vieron con buenos esta ruptura, al estar menos ligados a los postulados de la Hermandad Musulmana, y que en 2022 Hamas restableciera las relaciones de cooperación la República Árabe Siria rotas en 2011, el 8 de diciembre de 2024 su oficina política expresaría su alegría por “la caída del régimen e Bashar al Assad”.
La Siria post “régimen” no es más que la expresión de una victoria ansiosamente perseguida por varios actores regionales, como Turquía, Qatar, Emiratos Árabes o Arabia Saudí, pero también por el imperialismo y el ente sionista. La llamada “caída del régimen”, en primera instancia, ha hecho desaparecer a un enemigo acérrimo del ente sionista y a un apoyo de primer orden político y militar para la Resistencia Palestina, al respecto, una de las primeras medidas del “nuevo régimen” del auto proclamado presidente Ahmed al Shaara, de la filial de al Qaeda en Sira, el HTS, fue el cierre de oficinas y bases militares, así como el desarme de las organizaciones palestinas en Siria; esta orden no solo afectó a las organizaciones que habían mantenido una posición más o menos cercana al Partido Baaz sirio, como el FPLP-CG, As Saiqa, Yihad Islámica Palestina, Fatah al Intifada, FLPP, FDLP o FPLP, sino también a Fatah y al propio Hamas.
Esta victoria de los actores regionales reaccionarios, del sionismo y el imperialismo en Siria se concreta mucho más y se hace más palpable si tenemos en cuenta cuatro variantes íntimamente relacionadas: una, el estallido de la violencia sectaria propiciada por los militantes takfiríes, algunos de ellos ya miembros del Ejército y policía, mientras otros campan a sus anchas imponiendo su ley y orden particulares; dos, la deriva cantonalista de base sectaria, como consecuencia de lo anterior: la solución a la violencia sectaria estría en crear pequeños entes en base a criterios religiosos; tres, el establecimiento de relaciones con el Estado de Israel por parte del “nuevo régimen”, que de la vierta hostilidad se pasaría a una relación de cooperación; y, por último, la ocupación de más territorio sirio por parte del ente sionista: a los ya ocupados desde 1967 Altos del Golán, se ha incorporado aún más territorio sirio, ampliando la ocupación hasta más de 600 km2. Mientras se está escribiendo este artículo, se ha reportado la penetración del ejército sionista hasta las cercanías de Yarmouk, a las afueras de Damasco. Estos cuatro elementos se han de entender dentro de la reconfiguración en marcha en el espacio del Asia occidental ampliado que pasa por ampliar las bases del ente sionista como gran apuesta estratégica global contra el auge de la República Popular China y el debilitamiento constante y progresivo de la hegemonía imperialista norteamericana.
La traición de Anwar el Sadat en 1978, la caída de Saddam Hussein en Iraq o la caída del llamado “régimen de Bashar al Assad” en Siria forman parte de una doctrina político-militar del sionismo por al cual todo Estado que desafíe y cuestione la existencia del Estado de Israel debe desaparecer. Esta doctrina ha de ser aplicable igualmente a la República Islámica de Irán y al Yemen, pero también a un importante actor no estatal en la zona: Hezbolá, cuya potencia militar ha venido desafiando con éxito al poder militar sionista. A esta doctrina, se añade la llamada doctrina Begin, por el antiguo primer ministro israelí Menachem Begin, que establece que ningún Estado de la zona ha de desarrollar tecnología nuclear, la bautizada como Guerra de los 12 Días en junio pasado no fue algo casual o al azar, el ente sionista necesita hacer desaparecer la República Islámica de Irán.
Así pues, lejos de ser un acto bizarro o más allá de la provocación o la extrañeza por la exhibición de mapas del Gran Israel por parte de los dirigentes sionistas, están los proyectos políticos y cómo se implementan. Más allá del genocidio en Gaza o los planes de anexión de Cisjordania, están los Altos del Golán, todo el territorio que el ente sionista ha anexionado desde el 8 de diciembre de 2024 en la República Árabe Siria, el desarme de Hezbolá como condición necesaria para volver a ocupar el sur del Líbano o si pueden todo el país de los cedros y la cantonalización sectaria, creando entidades débiles y dependientes a las que poder controlar, el caso druso es un buen ejemplo. No es una teoría de la conspiración “antisemita” propia de neonazis, como suele argumentar la Hasbará sionista, el Gran Israel es su proyecto político y lo están implementando ya.
Por Antonio Torres.



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