“Vais con retraso”, me espetaba un conocido a raíz del anuncio que hace unos días hizo Nación Andaluza de su participación en las elecciones de 2026. En cierto modo tenía bastante razón, puesto que a estas alturas todos los partidos institucionales están en precampaña y hasta han presentado su lista de candidatos para eso que denominan la “fiesta de la democracia”, aunque sus verdaderos aspirantes sean los miembros de la gran burguesía andaluza -Tomás Olivo, las familias Cosentino y Pascual, Santiago Domecq, Domínguez de la Maza-, así como los Borbones y su Estado y los monopolios.
El relato oligárquico español sobre el derecho al voto (en cuya construcción ha participado tan activamente la burguesía andaluza) nos cuenta que las elecciones burguesas son fruto de grandes luchas y sufrimientos de los pueblos trabajadores para conquistar el derecho a que “se oigan sus voces” por medio de unos comicios. Un análisis más realista nos muestra cómo el sufragio universal ha sido, más bien, una concesión de la oligarquía tras la amplia represión y los constantes crímenes de la dictadura burguesa cometidos contra los trabajadores y trabajadoras. El movimiento obrero y popular ha luchado históricamente no por el voto, aunque esta haya podido ser una de tantas reivindicaciones tácticas, sino por superar el capitalismo y por una Andalucía para la clase trabajadora.
Engels denunciaba hace más de un siglo cómo el dominio de la burguesía en los Estados modernos se expresaba también en los sufragios de cada elección, ya que “mientras la clase oprimida -en nuestro caso el proletariado- no está madura para libertarse ella misma, su mayoría reconoce el orden social de hoy como el único posible”i. Lenin denunciaba el control social que se manifestaba en las elecciones: “En la época de la imprenta y del parlamentarismo no es posible llevar tras de sí a las masas sin un sistema ampliamente ramificado, sistemáticamente aplicado y sólidamente organizado de adulación, de mentiras, de trapicheos, de prestidigitación con palabrejas populares y de moda, de promesas a diestro y siniestro de toda clase de reformas y beneficios para los obreros, con tal de que renuncien a la lucha revolucionaria por derribar a la burguesía”ii. Una denuncia que explicitó Blas Infante para el Estado español al señalar el carácter electorero de los partidos vinculados a las clases dominantes o “las influencias caciquiles de las organizaciones electoreras”iii y sentenciar que “parece serlo, la electorería, única clave para la interpretación del Régimen pseudo-democrático en España en los siglos XIX y XX”iv.
Por eso no es casual que los dos periodos más extensos de estabilidad democrático-burguesa en el Estado español se hayan producido tras episodios de dura represión contra la clase obrera (unos castigos que Andalucía ha tenido que padecer especialmente).
El sufragio universal masculino se estableció por primera vez en el Estado español el 26 de junio de 1890, durante la primera Restauración borbónica en la que el Partido Conservador y el Liberal se turnaban en el poder tras perseguir y aniquilar a la disidencia política y el incipiente movimiento obrero (cuyo clímax fue el aplastamiento del cantonalismo andaluz-mediterráneo). La Constitución Andaluza de 1883 ya lo reconocía para todos los andaluces y andaluzas mayores de 20 años, aunque esta era la constitución de “los perdedores”, no promulgada, que -todavía hoy-, en muchos aspectos, no ha sido superada.
El sufragio universal masculino y femenino se estableció brevemente durante la II República española, a la que le precedieron siete años de dictadura de Primo de Rivera. Una república que, aunque estableció el sufragio pleno, también hay que recordar que destruyó centros obreros como Casa Cornelio en Sevilla en 1931, asesinó a casi una treintena de jornaleros y jornaleras de Casas Viejas en 1933 o persiguió y procesó a centenares durante la huelga general campesina de 1934. Posteriormente, volvería a implantarse en la Constitución de 1978, tras 39 de años de genocidio franquista, reeditando el turnismo de finales de siglo XIX.
La oligarquía española siempre ha mantenido cuidadosamente los elementos clave del Estado bajo su control. Sabe que cuentan con Fuerzas de Seguridad del Estado, jueces, partidos burgueses y con el oportunismo para proteger su propiedad y sus negocios imperialistas, y no quieren arriesgarse a que el proletariado pueda tener la más mínima influencia sobre la gestión de sus agencias de represión. Por ello debería ser normal, entre unas fuerzas que dicen aspirar a una transformación radical de la sociedad (ni hablamos de aquellas que se supone aspiran a la liberación de todo un pueblo, como el andaluz), una reflexión profunda sobre la cuestión electoral y la necesidad de participar o no en unos comicios, conforme a la coyuntura política del momento.
Probablemente, quien ayer me señalaba el “retraso” de nuestro anuncio sabe, como los defensores del Régimen del 39-78, que las fuerzas del Régimen no pueden prometer más allá de lo permitido por la burguesía y sin violentar los pilares de la explotación capitalista española. Tienen que admitir su reducida influencia política y que el control efectivo del día a día está en manos de la oligarquía. Saben que “el poder no está en el Parlamento” y por eso su único plan es acceder a él, como forma de consolidarse como una facción necesaria para la dominación burguesa, cultivando entre la clase obrera el cretinismo parlamentario que tan bien definió Engelsv. Es la coartada de la izquierda de su Majestad para avalar su propia inutilidad y su verdadero papel.
Y es que la implantación del sufragio en el mundo se produjo al mismo tiempo que el surgimiento del imperialismo, dando lugar al oportunismo dentro del movimiento obrero y vinculando a los sectores populares que se encuentran en el campo oportunista a la explotación imperialista, como señaló Leninvi. Esto mismo denunciaba Blas Infante a propósito de la actitud del gobierno provisional de la II República española que, carente de cualquier intención revolucionaria imprescindible en el Estado español, se dedicaba a la “preparación electorera de unas Cortes Constituyentes, representación de un amorfismo de masa”vii.
La izquierda independentista se presentará a las elecciones andaluzas de 2026 no para abonar el campo del oportunismo, sino con el objetivo de alzar una propuesta independentista, de clase y antiimperialista que solo puede hacerse realidad pasando, inevitablemente, por la Revolución Andaluza. Se trata de “conservar la independencia, hacer un recuento de fuerzas y demostrar abiertamente a todo el mundo su posición revolucionaria y los puntos de vista del partido”viii, en palabras de Marx. El propósito solo puede ser desarrollar la organización, su conexión con las masas, así como la conciencia de la clase obrera andaluza. Fortalecer la perspectiva de una salida a la dominación burguesa que articule en todos los frentes la lucha por nuestra liberación social, nacional, de la mujer y la juventud obreras andaluzas, que mande al basurero de la historia la explotación burguesa y su dictadura disfrazada de “democracia” española, poniendo otro palo en las ruedas de la dominación imperialista mundial.
Carlos Ríos.
Andalucía, 8 de junio de 2025.
Notas:
iEngels, Federico (1974): El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, en Obras escogidas, vol. III, Progreso, Moscú, p. 347.
iiLenin, Vladimir I. (1985): “El imperialismo y la escisión del socialismo”, en Obras Completas, vol. 30, Progreso, Moscú, p. 183.
iiiInfante, Blas (1978): La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía, Aljibe, Granada, p. 31.
ivInfante, Blas (1978): La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía, Aljibe, Granada, p. 41.
v“Afección que imbuye a sus desgraciadas víctimas la solemne convicción de que todo el mundo, toda su historia, todo su porvenir se rige y determina por una mayoría de votos emitidos en esa singular institución representativa que tiene el honor de contarlos entre sus miembros y que cuanto sucede extramuros de su sede […] no es nada en comparación con los inconmensurables sucesos que dependen de la solución de cada problema importante, cualquiera que sea, de los que ocupa justamente en esos momentos la atención de su honorable Cámara” en Engels, Federico (1974) Revolución y contrarevolución en Alemania en Obras escogidas vol. I, Progreso, Moscú, p. 379.
viLenin, Vladimir I. (1961): El imperialismo, fase superior del capitalismo, en Obras escogidas vol. I, Progreso, Moscú, p. 796.
viiInfante, Blas (1978): La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía, Aljibe, Granada, p. 22.
viiiMarx, Carlos y Engels, Federico (1974): “Mensaje del comité central a la Liga de los Comunistas”, en Obras escogidas, vol. I, Progreso, Moscú, p. 187.



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